18/03/2012




Continúo sin saber, porque se marchó. ¿O es qué en realidad jamás estuvo? Continuaba su marcha mientras las preguntas sin respuestas se acumulaban en su cabeza, como si fuera agua que va quedando sin ser renovada en un estanque. No comprendía, no lograba hacerlo y aunque había maquinado miles de causas probables al final, todas eran descartadas. Unas por inapropiadas otras por demasiado descabelladas, la mayoría simplemente por que eran totalmente inverosímiles. Aún así, necesitaba una respuesta a la más simple de las preguntas… “¿Por qué?” Lamentablemente la mayoría de las veces solo se respondía de una única manera. Jugó, mintió. Simple y sencillamente. Todas las palabras (eran falsos juegos de su imaginación), todos los juegos (simples burlas de su corazón), todas la risas (solo la broma del engaño). Alguien dijo una vez… (Uno de éstos pensadores que se hacen conocidos por decir algo que luego todo el mundo utiliza para explicar otras situaciones) que el odio, no es como se debe responder a quien te lastimó, que hay que hacerlo con la indiferencia. Pero si se supone que no heriste a nadie… ¿Por qué te pagan con indiferencia?- suspiró, el hacerlo le ayudaba a que sus pensamientos se pusieran en orden. Bueno si tal cosa era posible. Sentía que por su mente había pasado un tornado. Y todo lo que había creído seguro en su vida ya no lo era. ¿Cómo alguien que dice quererte desaparece de tu vida sin siquiera decir adiós?... Sacudió su cabeza, esa pregunta tampoco tenía respuesta. Creía que lo conocía, estaba segura de haber aprendido que clase de hombre era. Pero no. No lo sabía. O tal vez si, uno que no valía la pena, que era mejor olvidar y no hacer mas preguntas. Cruzó la calle corriendo, un ciclista casi la atropella pero logró esquivarla, claro que mientras lo hacía le propinaba algunos insultos. Por lo menos sabía que la había visto, que sabía de ella. ¿Y para él? otra pregunta sin respuesta. El fresco calaba hondo en sus huesos, colocó las manos en el bolsillo del saco. El frío de su alma no había con que calmarlo. “La indiferencia, con indiferencia se paga” había dicho alguien más. Cerró sus ojos fuertemente, como pidiendo un deseo. Tal vez lo hacía. Un deseo simple, sencillo. Olvidar.

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