Un minuto, una hora, una noche perdida en el tiempo.
Ese instante en que éramos todo y nada.
Ese momento infinito del ahora, en que aún existimos siendo
uno.
Puedo escuchar el
eco de nuestras promesas,
Se percibe el calor de nuestros cuerpos sobre las
sábanas.
Una paradoja observada por el reflejo del espejo en ese
viejo cuarto.
Y respiro el “tic tac” de un reloj que se niega a
detenerse.
Doy vuelta la esquina, como aquella vez, en que por fin
te encontré.
Pero no estás, no es “ese” ayer.
Es un eco distante del tiempo que constante avanza sin
mirar atrás.