ANGEL SOÑADOR cap...II

cap.II

Después de seis meses Juan no tenía noticias de su novela o de Daniel.

Por las noches casi no dormía y no hacia más que llamar a la editorial, preguntaba una y otra vez pero aquel a quien le había confiado su preciado tesoro se negaba ha atenderlo.

- ¿Por qué? – se preguntaba en su mente una y otra vez. Sofía insistía, en que se tranquilizara que seguramente ya tendría noticias.
- ¡No todo esta mal, Sofía! ¿ no lo ves? Todo esta mal. Hace siete años, que lucho solo por un estúpido sueño que no me ha hecho más que perder el tiempo. Soy quien debe cuidarte y resulta que sos vos quien trabaja día y noche para mantenernos.- Juan; gritaba, parecía querer llorar pero solo sonreía. Esa sonrisita histérica, que solo su hermana sabia lo que significaba.
Así que se acercó a él para tranquilizarlo.
- tranquilo, tranquilo Juan por favor; olvídate de esa novela…o mejor; si…mejor escribí otra o escribí esa otra vez.- Sofía acariciaba el rostro, envejecido de su hermano, no es que lo fuera no, aún era muy joven. Pero había envejecido un año cada día de estos últimos meses. Luego pasaba su mano por el cabello corto de Juan, pero él se alejaba de ella.
- Esta bien, linda. No te preocupes estoy bien. Solo fue una crisis estúpida de frustración… pero ya pasó.- parado junto a la ventana, sin mirar a su hermana parecía querer controlarse.- todo paso.- suspiró y por fin dejó que su hermana se acercara a él y le acariciada el cabello.
- Mañana saldré a buscar trabajo.- respondió mas aplomado.
- No; Juan, hace falta.
- Es lo mejor nena; quiero sacarte de una vez de esta pobreza.- un hondo suspiro otra vez.- es hora de poner los pies en la tierra.



- ¿Cómo esta Juan?- El hombre, anciano pero de voz dulce sonreía mientras servía y acomodaba los platos en las distintas bandejas que se encontraban sobre la mesa de la gran cocina, parecía que toda aquella maraña de platos y comida eran la cosa más sencilla del mundo…aunque nadie se animaba a sustituirlo en su trabajo.
- Mi hermano esta bien gracias. Hace tres semanas que busca trabajo pero ya esta más tranquilo por no tener noticias de la novela.
- Me alegro nena. No me gusta verte triste y desde que Juan no recupero sus notas tu sonrisa desapareció junto con ellas.
- No se preocupe, en cuanto se ponga a escribir otra vez se le va a pasar la angustia que tiene.- se ataba el delantal detrás de la cintura y recogía su cabello.
- Mejor que se ponga a trabajar eso de escribir no es serio. Hoy en día si no conoces al dueño de algún diario, revista o editorial no te publican nada. Y mucho menos te pagan por escribir. No me parece justo que tengas que trabajar tanto siendo tan joven.
El hombre no vio como la mirada de la joven lo esquivaba, como su rostro se endureció.
- me gusta mi trabajo.- colocaba los platos sucios en el agua.-luego dándose la vuelta, sonriendo con una dulzura que hacia que cualquiera entendiera la enorme pena que llevaba dentro, muy clama respondió.- si no trabajara ¿cómo conocería a personas tan interesantes como usted?
- Eso si; los hombres guapos como yo no abundan.- reía mientras colocaba pétalos de rosas en un de los platos ya servidos, mientras entregaba el tallo a la joven.




La lluvia caía sin reservas, fina y continua sobre el rostro de la joven que caminaba por la calle sin prisa.
Mientras el resto de la gente corría de un lado a otro huyéndole al agua.
Continúo su lento caminar, a veces levantaba la cara para que se mojara más, su piel blanca parecía porcelana perfecta con el brillo que le dejaba el agua al recorrer su rostro.
Por fin se detuvo al llegar a la puerta del viejo edificio en donde vivía. Al entrar en la casa sintió el calor y el abrigo que ella y su hermano le habían dado a aquella pequeña habitación.
Se quito el abrigo y lo dejó sobre una silla de madera, colgó la cartera en su respaldo, se quito los zapatos y fue al dormitorio, llevándole las galletas que tanto le gustaban a su hermano.
Abrió la puerta del dormitorio con la sonrisa picara, de quien va a dar un precioso tesoro.
La bolsa con las galletas cayó de su mano. Su cuerpo permaneció inmóvil en el umbral… ¿por cuántos segundos?...no; fueron minutos. Su cuerpo quedó petrificado por varios minutos.
Por fin… los gritos; el llanto, el desconsuelo.


Los vecinos comenzaron a llegar uno tras otro, daban gritos de dolor, de confusión.
Luego la policía, los médicos.
Pero Sofía continuaba inmóvil, no lloraba… ya ni gritaba.
Luego, al igual que una vez vio el cuerpo de su padre frío y sin vida por tercera vez, la muerte la enfrentaba a ese espectáculo. Nuevamente le arrebataban a alguien de su propia sangre.
Al llegar ella al mundo, partió su madre, luego apenas diez años mas tarde, en un accidente perdía a su padre, y ahora su hermano. Lo único que tenía…pero ¿por que?



Nuevamente llovía, sus amigos estaban junto a ella. La abrazaban. Pero estaba sola, solo así…sola. Tal vez la naturaleza vertía lágrimas que ella no podía. Poco a poco, el ataúd fue uniéndose en la húmeda tierra.





- ¿Ya supo señor?
- ¿saber qué?
- El escritor, ese… que siempre le enviaba sus novelas; murió hace dos días.
El hombre por fin dejó de leer lo que tenia en las manos se paro frete a la mujer, que miraba sorprendida por la reacción de preocupación de su jefe. Ya que en los años que llevaba trabajando para él jamás lo había visto preocupado por algo más que no fuera su propia persona
- ¿qué escritor?- Dijo por fin.
- Juan Dimas.- dijo la mujer siguiendo los movimientos de su jefe con la mirada.
- Lo sepultaron esta mañana.- colocaba una carpeta, y en un diario sobre el arreglado y fino escritorio.
- No se olvide señor, que tiene cita a las 14 PM con los directivos de la productora…para concretar lo de la película que basaran en su última novela.
- Si; si. Ya lo sé no se preocupe estaré a tiempo.- ahora miraba por la ventana buscando algo… o a alguien. Claro que desde un piso tan alto era un poco difícil ver y mucho menos identificar a alguna persona.
- ¿sabe como murió?- dijo por fin, sin voltear para mirar a la mujer que estaba con unos papeles, sin prestar demasiada atención al tonto de voz, o a la actitud del hombre.
- ¿quién?- pegunto sin quitar la vista a sus papeles.
- ¡El joven!..¡el escritor! ¡Juan Dimas!... ¿quien mas?- para esta última frase el hombre ya había perdido el aplomo.
- No sé, los diarios no dicen mucho pero hablan de una fuerte depresión y que eso lo habría llevado al quitarse la vida.- por fin miraba a su jefe a los ojos, tratando tal vez a que se debía tanto interés.- solo apareció una nota muy pequeña en un diario de poca trascendencia. Lo que mas llamó la atención es la tragedia que sigue a esa familia.
- ¿Qué?... ¿de que esta hablando?
- Bueno, - dijo la mujer como preparándose a contar el secreto mejor guardado y mas apreciado de su vida.- es que en el diario decía que su madre había fallecido al nacer su hermana menor y hace unos siete años murió el padre en un accidente y ahora él..- por fin terminaba la frase, parecía que hubiera confesado un gran pecado.- ¡imagínese… el dolor de esa pobre chica!


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