25/1/2012




La intromisión se hizo dueña de la habitación, apagó las luces, quitó el sonido de su voz, disminuyó la fe y la colmó de un dejo de tristeza… (Sin que lo fuera totalmente). Continúo disminuyendo el tamaño de sus paredes y el suelo poco a poco comenzó a sofocarla. Las manos le ardían y su cabeza daba vueltas, sus rodillas por fin le habían fallado haciéndola caer de bruces. No lograba razonar ni pensar, no recordaba que día era o en si todo aquello era real o parte de una pesadilla. Comenzaron a sonar nuevamente las palabras en su mente… “nunca te dejaré” y otra vez la sensación de asfixia y ahora veía esa gota de agua caer de sus pupilas. Ya lo recordaba… él se había marchado.



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