La verdad, querida presencia amiga, es que, la ceguera que
llaman “amor” nos ha impedido durante siglos, ver con claridad. No la culpo ni
me arrepiento de haber visto en él, lo que aparentemente nadie más vio. Solo quisiera
entender cómo puede una visión ser tan diferente a la realidad. Te pinta
alturas donde solo hay pequeñez, magnificencia de espíritu donde
(lamentablemente) hay carencia total del mismo. ¿Estábamos antes ciegos y ahora
vemos?... ¿O dichas virtudes siguen allí, pero se esconden a nuestra vista?
Cuando uno se desilusiona de una persona, me parece que es como cuando Jesús
murió y el velo del templo se partió en dos. Dejando a la vista de todo mundo
el lugar santo. El desencanto y el que te fallen es la muerte de la fe que
tenías hacia esa persona, se quiebra algo dentro de ti, algo que te permite ver
lo que antes no veías. Eso que tal vez los que estaban a tu lado te advertían que
era, pero, a causa de tu ceguera, negabas. ¡Libre soy! Puedes decir ahora.
Cuando los muros del templo se rompieron, hubo miedo, confusión y dolor. Pero
luego vinieron cambios que revolucionaron éste mundo hasta nuestros días. El
ver realmente lo bueno y lo malo dentro de quien está a tu lado, puede causarte
confusión y por supuesto mucho dolor. Sobre todo si habías puesto fe,
esperanza, si tú admirabas a esa persona, si creías que era un ser
especialmente dulce, y descubres (muy a tu pesar) que es especialmente cruel.
Pero eso te libera, te libera de creer, en sus lágrimas o en sus risas, en sus
juramentos o en sus promesas. Y sobre todo te libera de un amor que solo te
hacía daño. Y por supuesto, vendrán cambios, al principio no sabrás bien como
enfrentarlos, pero lo mejor de todo es que no estarás solo/a ya, habrás
obtenido más sabiduría y en el camino encontrarás personas, que de verdad
valgan la pena admirar y amar.
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