"No para todas las personas la muerte significa el fin.
Tampoco algo malo o aterrador, por el contrario, para muchos es algo
liberador, es como llegar a casa luego de un largo viaje. Y sabes que ese olor
que percibes es el tuyo, es natural, lo reconoces, te hace sentir en paz contigo
mismo. La muerte, para algunas personas, es eso, algo único. Nauseabundo y tétrico para
la mayoría pero el hogar para otros".
Pensamientos algo locos que la embriagaban, mientras
continuaba absorta en ellos y caminaba por las calles cerrando sus ojos para
poder pensar mejor. Locura insana que la llevaba a lugares inhóspitos y le hacían pensar cosas que podían ser difíciles de comprender.
Cuando por fin detuvo su marcha pudo verse completa en el
enorme ventanal del banco. Nada especial, (pensó) solo alguien más. - ¿Por qué
te escondes en ese cuerpo de mujer? – dijo una voz en su mente. - ¡quítatelo! -le ordenó. Inclinó su cabeza un poco a la izquierda, se dio cuenta que jamás había pensado en su cuerpo como un escondite. Pero se dio
cuenta que así era. Que su alma y su espíritu siempre deseosos de soñar y volar
se escondían dentro de ese disfraz débil de mujer simple y común. Un traje gastado y desalineado impropio para
un alma tan desarrollada, una alma que sí era bella, que conquistaba y enamoraba. Suspiró profundamente, ese cuerpo no lo hacía, ese costal de huesos no trasmitía nada
más que apatía. No había quien viera su
mirada y encontrara lo que en verdad se escondía dentro de ella. No encontraba
quien acariciara su piel y amara su ser. “¡estúpido disfraz ”- dijo en voz alta,
pero las personas que pasaban junto a ella no la vieron y menos la escucharon.
El fuerte sonido hizo que todos se detuvieran y por fin
miraran a su alrededor. Las bocinas
sonaron, los semáforos continuaron dando paso sin que nadie les obedeciera, los
coches comenzaron a amontonarse y los transeúntes hicieron un circulo a su
alrededor.
- - ¡Ella se arrojo delante de mi vehículo, les juro
que no fue mi culpa!- gritaba el hombre mientras intentaba mover el cuerpo. Cuando
por fin se calmo y vio el rostro de la mujer que acababa de
atropellar, un escalofrío recorrió su espalda al ver que la chica en lugar de tener rostro de
dolor o sufrimiento parecía haber encontrado una enorme paz.
Los policías llegaron apartando a todo el mundo, uno de ellos intentó acomodar la cabeza de quien yacía en el suelo, pero se dio cuenta de que no había nada que hacer...
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