Todo comenzó en el momento más feliz de mi vida y fue
también, el más difícil que me ha tocado vivir.
No recuerdo bien, como me enteré, creo que solo lo supe. Fue
raro cuando comprobé fehacientemente que tendría un bebe. Es algo que había
deseado, imaginado y soñado, con decir que mi único deseo al apagar las velas
de mis cumpleaños era siempre, tener una familia. Pero no imaginaba como se
sentiría saber que esa pequeña cosita, estaba creciendo dentro de mí, nada era
como lo había imaginado.
-¡Tendremos un bebe!- Se quedó sin silencio y con la mirada
ausente. “Esta bien” pensé, es normal un poco de asombro. Después de todo no es
algo que planeamos, lo hablamos, lo imaginamos y jugamos con el tema, pero
vivirlo es diferente lo entiendo. En cuanto se de cuenta de lo que ocurre todo
estará bien.
-¿Lo tendrás?- Esa pregunta no era exactamente las primeras
palabras que esperaba oir salir de su boca. Aún estaba algo paralizado, era
evidente. Sonreí, lo bese en la boca, acaricié su rostro- Claro que tendremos
al bebe, amor-
-No creo que sea justo que lo tengas, aún no es nada. No creo
que debas tenerlo.- Ahora quien estaba
impávida era yo. Las palabras que nos dijimos todavía resuenan en mi cabeza y
lastiman mi corazón. No llegamos a ninguna parte, él no lo quería y yo sí. Eso
era todo. Se marchó no fui tras él ni él vino por mí. Creo que sabía todo lo
que lo amaba y pensó que si me dejaba me haría cambiar de opinión. Pero no fue
así.
Lo tendría, y sería
el niño (o la niña), mas amado/a era
todo lo que necesitaba para ser feliz, claro que no esperaba tener un hijo
sola. Pero no es como si viviera en los tiempos de mi abuela, en donde si una
mujer era soltera con más de treinta años sería solterona y si quedaba
embarazada sin estar casada era una vergüenza. Era una mujer con una carrera,
estabilidad económica y en una época en donde una, tiene un hijo si lo desea y
cuando quiere hacerlo.
En cuanto se enteró de mi decisión de tenerlo su padre
desapareció, me dolió no lo niego, sobre todo por entender eso que dicen “que a
las personas se las conoce de verdad en los momentos difíciles” y eso me pasó.
Conocí a su Hyde de la peor forma.
Y si bien la desilusión causó un gran dolor en mi alma, nada
era tan intenso como todo lo que vendría después.
La desilusión y el dolor tan intenso que él me causó solo
fue el comienzo y con todo lo que paso, lo menos importante.
Fue fácil comunicarles a mis amigos que estaba esperando un
hijo. ¿Cómo no hacerlo? Estaba feliz. Sin pareja es cierto, pero feliz.
Mis amigos organizaron una fiesta para celebrar, hasta me
dieron un par de regalos para el bebe, una gorrita de lana amarilla y un par de
zapatitos muy pequeñitos. Aunque solo tenía ocho semanas, ya soñaba con su
forma de ser, con el color de su cabello y como sería de adulto. Liz (mi mejor
amiga) ya hacía planes para ser su madrina y casi todos estaban seguros que
sería niña.
Deseaba compartir lo que estaba viviendo, con la persona que
también formaba parte de todo eso tan hermoso que crecía dentro de mí, pero no
estaba.
Las nauseas por las mañanas eran continuas, los mareos
constantes, casi no podía comer nada, pero según el médico era todo normal.
Mi padre estaba feliz de saber que por fin sería abuelo.
Desde que mi madre murió cuando yo tenía quince años solo habíamos sido él y
yo.
Quería ser positiva y pensar solo en cosas buenas, pero a veces el extrañarlo me abofeteaba duro
y por las noches la soledad se volvía casi insoportable.
Entraba en el cuarto mes, estaba ansiosa por hacerme una
ecografía para saber el sexo (aunque
estaba segura que sería niña) y los dolores en el vientre me asustaron tanto,
que aunque eran las tres de la madrugada, llamé a un taxi y fui al médico.
Durante el trayecto al hospital, el dolor no cesó y comencé a sangrar. Lo que
me llenó de espanto y comencé a llorar, temía perder a mi bebe. El pobre
taxista, mientras conducía volteaba la cabeza hacía la parte de atrás y trataba
de tranquilizarme. Pero yo apenas escuchaba sus palabras, aunque pretendía
respirar y relajarme.
Por suerte al ser tan tarde no encontramos muchos
automóviles, por lo que llegamos relativamente rápido. El taxista se bajó
primero, entró gritando y pidiendo ayuda. Una enfermera se acercó hasta donde
me encontraba para saber que ocurría.
-Estoy con cuatro
meses de embarazos, tengo pedidas y dolores muy intensos.- Le dije sujetándome
el vientre como si así evitara que algo malo le sucediera a quien crecía en mi interior.
Trajeron una camilla. Un hombre que se identificó como médico, y la enfermera,
me ayudaron a subir a ella. En cuanto entramos a una habitación llena de
aparatos, me pasaron para otra cama, ahí había mas enfermeras y otro médico.
Este era mayor que el primero y fue quien tomo el control de todo.
-¿Cuánto tiene de gestación? Preguntó mientras me preparaban
para hacerme una ecografía.
-Casi diecisiete semanas- Respondí mientras sentía el gel
frío en mi vientre y me estiraban el brazo para colocarme una aguja.
-No hay latidos- Dijo el médico luego de observar el monitor
durante unos minutos.
Nada jamás me preparó para ese momento
Entraba luz solar por la ventana de mi habitación, por lo
que supe que ya era de día, aunque no sabía bien que hora era. Por un momento,
todo fue normal, luego recordé, estaba vacía. Toqué mi vientre, y supe que no
había nada creciendo en él.
-¿Cómo se encuentra?- Preguntó la enfermera que se fijaba en
la intravenosa de mi brazo.
_ ¿Cómo debería sentirme?- La mujer que no respondió, tenía unos cuarenta
años, rubia pelo corto, delgada y con unos lentes en su cara muy pasados de
moda. Tampoco le hablé más.
No sé cuanto tiempo pasó, hasta que vino el médico que me
había dado la mala noticia.
Su rostro se veía cansado, su cabello peinado de forma muy
estirada hacía atrás comenzaba a notarse gris, pero se le veía bien.
-¡Buen día!- Acercó
una silla que había en la habitación y se sentó junto a mi cama. –Tuvimos que hacerle un legrado-
Comenzó diciendo- notamos al hacerle la ecografía que el bebe no tenía latidos
y no había nada que hacer. Pero al hacerle mas estudios, encontramos que tiene
cáncer…- continúo explicando como lo habían detectado, habló de una biopsia y
mas análisis. Pero ya no pude prestarle atención. Mi mente me llevó al
nacimiento de ese hijo que ya no vendría, a su primer día de escuela, a todos
esos cuentos que ya no leería y esos juegos que no le enseñaría.- En un momento
vendrá un psicólogo y usted podrá hacerle todas las preguntas que desee y
hablar con él de lo que guste. Por supuesto como le digo, lo importante de esto
es comenzar con el tratamiento cuanto antes.- Se quedó un momento viéndome con
ojos tristes, como si a pesar de los años que llevaba dando malas noticias, aún
le doliera hacerlo.
Al quedarme sola comencé a pensar en las palabras del
médico, primero una operación, luego quimioterapia. Pero lo que realmente me
tenía triste, era saber que nuevamente estaba sola. ¿Y la ropita que ya compré?
¿Qué haría con ella?
Después de un día de estar internada mis amigos comenzaron a
llamar a mi celular. Pero no tenía ganas de hablar con nadie así que lo apagué.
Esperé unos días y me dieron el alta. Tendría que comenzar con el tratamiento y
hablar con un psicólogo.
En cuanto llegué a casa me tiré en la cama, el cuerpo me
pesaba y el alma ardía como si me hubiera quemado intensamente, la mente
divagaba no podía razonar escuchaba miles de voces en mi interior y los
pensamientos se mezclaban entre el pasado y lo que había soñado sería mi vida
con mi hijo. Tenía tanta tristeza por la
perdida de mi bebe, que no había decidido nada con respecto a mi enfermedad. Continúe
llorando hasta quedarme dormida. Cuando desperté ya era de noche, las luces de
la ciudad entraban por la ventana de mi apartamento y el ruido de los coches
que pasaban por la calle era constante. Levanté la mano y tome el teléfono que
estaba sobre la mesita de noche. Marqué- ¡Hola!- dijo la voz ronca del otro
lado-¿Quién es?
-Soy yo- Y me quedé esperando que dijera algo más.
-¿Cómo estas?-No supe que responder. Preferí hacer otra
pregunta para no mentir -¿Vos como estas?
-Estaba dormido-
-Sí, me di cuenta. Disculpa, necesitaba hablarte.- “¡Dios!”
pensaba… “¿Cómo puede ser así?”-¿Podemos hablar un rato?- Y apretaba los labios
para no llorar.
-Ya estoy en la cama, estaba dormido.- Así de simple, así de
inmutable respondió.
-Esta bien- Dije y corté.
Me di vuelta en mi cama y continué llorando hasta que
nuevamente me quedé dormida.
Por la mañana muy temprano me despertó el golpeteo en mi
puerta. Me levanté, salí de mi cuarto, crucé el pasillo pasé por el baño a
lavarme un poco la cara y los dientes, caminé por el living y llegué a la puerta
de entrada. Liza estaba despampanante como siempre, con su cuerpo perfecto, su
cabello rubio suelto y vestida como lo hacía habitualmente con un pantalón de vestir
de color celeste una camisa blanca y un saco haciendo juego. Se veía hermosa, y
pensar que él se había fijado en ella primero. ¿Que hubiera pasado si ella no
lo hubiera rechazado? ¿Se habría fijado en mí? Si estábamos las dos juntas ella
siempre gustaba más. Aunque eso no me hacía sentir mal, la conocía no era “una
come hombres” aunque muchos creían que así era ella.
-Traje bizcochos para que desayunemos juntas, ya me enteré
lo que pasó.- Dijo dándome un beso en la mejilla y metiéndose en mi cocina.
-¿Qué te enteraste? ¿Qué perdí a mi bebe o que tengo cáncer?
Se le cayó la taza de las manos. Puede notar que dejó de
respirar por unos segundos.
-¿Tenés cáncer?- Nos quedamos en silencio. Liz era la
persona mas racional que había conocido en mi vida, la admiro por eso, es justo
como me gustaría ser. Ella jamás se deja llevar por sus sentimientos, todo lo
razona y se maneja acorde a lo que fuera conveniente o realmente quisiera.
Bueno es la mejor psicóloga que conozco, y se ha hecho de una muy buena
reputación en el ambiente en muy poco tiempo. Siempre creí que si esa profesión
no hubiera existido cuando ella la eligió, de seguro la habría inventado. -¿Qué
tipo de cáncer?
-Uno.- respondí sin entrar mucho en términos médicos- el más
popular.
-¡Que bueno que lo tomes con humor!... ¿Con quien te
atendes?
-¿Escuchaste que perdí a mi bebe?
-Si lo escuché.- Preparó té en lugar de café, me dio
tostadas en lugar de los bizcochos que había traído y aunque siempre estaba
corriendo de un lugar a otro porque el día le quedaba corto, se quedó toda la
mañana conmigo. Hasta preparó el almuerzo, arroz con pollo, algo que a me gusta
mucho, pero que ella apenas tolera.
Mi amigo Javier fue el siguiente en saberlo. Al parecer se
habían puesto de acuerdo para no hablar de la pérdida de mi embarazo. Estaban
más preocupados por mi cáncer.
El decirle a mi padre fue lo que mas tiempo me llevo. Como
lo supuse él quiso tomar las riendas del asunto- ¡vendrás a vivir conmigo! dijo
con su típica voz de mando.
Comprobé que aún tenía el toque y mi padre aceptó queme
quedara a vivir en mi cada y él en la suya.
Esa tarde, por fin tuve el valor de tomar las pocas cosas
que había comprado (y otras que me habían regalado) para mi bebe y mientras
imaginaba ese cuerpecito que sería cubierto por esas ropas tan pequeñas, las
fui guardando una por una dentro de una caja. Caminé unas pocas cuadras hasta
la iglesia por la que siempre había pasado pero jamás entrado (esa vez tampoco
lo hice) dejé la caja junto a la puerta y continué hasta el consultorio del
psicólogo que vería. Al llegar no había nadie esperando ni secretaria en la
recepción, creí que me habría equivocado de lugar o que estaría cerrado. De
todos modos caminé por el pasillo, esquivé las pocas sillas que había y comencé
a llamar esperando que alguien me respondiera. Por fin se abrió una puerta y un
hombre de unos treinta y cinco años, alto, de cabello largo y sencillamente
vestido se asomó con un pincel en la mano.- ¡Hola!-
-¡Hola, perdón creo que me equivoqué de oficina!
-¿A quién buscas?
-Al psicólogo.
-Soy yo, mucho gusto, dejó el pincel en uno de los bolsillos
del pantalón y estiró su mano para saludarme.
-Ah…- dije pensando de que ese hombre era quien necesitaba
ser atendido.
-Estoy tomando clases de dibujo y pintura… “creo que es
liberador”- Me susurró acercándose a mí.
-Sabes qué…- comencé diciendo mientras miraba para todos lados
buscando la salida.-estas ocupado y yo tengo otras cosas que hacer, así que
creo que mejor lo dejamos para otro día.
-No te preocupes por esto lo hago en mis ratos libres. Pasa
ya que estas acá… de todos modos tu seguro me paga, aprovechemos-
-Bueno- Al entrar en la “oficina” de la que él había salido pude observar que llevaba tiempo intentando
pintar algo. Había cuadros de todos los estilos colgando en las paredes y otros
tantos por el suelo, además de pintura y lienzos sobre una mesa. También había libros,
al menos vi algunos debajo de los cuadros.
Se sentó frente a mí y me invitó a que hiciera lo mismo. Lo
hice.
-¿Cómo estas?- comenzó diciendo.
-¿A comparación de quién?- Respondí fastidiada y sin saber
que más decir.
Mi departamento estaba oscuro y frío, encendí la luz y me di
una ducha caliente. Me tiré sobre la cama, encendí la televisión pero sin ver
nada en realidad. El sonido del teléfono me quito de mi trance, era Liz. Quería
que saliera con ella, es que había conocido a un chico que tenía un amigo… -No
puedo, acabo de llegar del médico y
quiero descansar un rato.
-Pero no es bueno que te quedes tanto tiempo encerrada.
-La semana que viene,
te doy mi palabra.
Por la mañana muy temprano otra vez ella, sabía que tenía
que ir al médico y decidió que ella sería quien me llevaría.
Los medicamentos para el dolor me calmaban poco y nada, casi
no podía comer y me era imposible dormir.
Estaba cansada de sentirme enferma, de mirarme al espejo y
no reconocerme había bajado mucho de peso no podía reconocerme detrás esas
ojeras y de esa piel pálida. Aún era yo,
solo que no podía hallarme.
No podía entender que era lo que estaba pasando, porque todo
se había transformado de luz en tinieblas. No lograba respirar y solo me
imaginaba como estaría mi cuerpo si en lugar de estar luchando por vivir continuara
gestando mi sueño.
El día de la operación, Liz me llevó al hospital (como
siempre lo hacía) Javier y mi padre ya me estaban esperando allí. Pero para mi
sorpresa, también estaba Santiago. Una vez más recordé esa frase “a las
personas se las conoce realmente, en los momentos malos”, él había sido mi
novio, no terminamos mal, pero hacía mucho tiempo que no sabía nada de él. Se
enteró de lo que estaba pasando y no dudo en viajar cuatro horas para estar
conmigo.
Estaban colocándome la anestesia, cuando se acercó para
saludarme, sonreí como pude y dije un par de palabras que apenas recuerdo. Y
mis ojos se cerraron.
Cuando desperté mi padre estaba a mi lado. La operación había salido bastante
bien. -El tamaño del tumor ahora menor, seguiremos con la quimioterapia- Me
informó el doctor en cuanto vino a verme.
Los días se hacían cortos, era más lo que dormía a causa de
los calmantes que lo que permanecía despierta. Uno de esos días, Santiago llegó
con un montón de libros y una planta.-Sé que no te gusta las flores cortadas
por eso te traje la planta completa y un poco de lectura.
-¡Un poco!- dije sin tener fuerzas para levantar solo dos de
los enormes libros que había traído. Acercó una de las sillas de la habitación
y se quedó contándome donde había conseguido tan exclusivos libros. No percibí
cuando me quede dormida nuevamente, pero cuando desperté, él dormía en la silla
en la que se había sentado. Me quedé observándolo y recordando cuando lo
conocí. Liz me hizo notarlo- ¡Es atractivo!- me dijo codeándome y señalándolo.
Un amigo nos lo presentó, fue impactante verlo la primera vez. Era un alto como
un metro ochenta y siete, su piel blanca, ojos color café y peli rojo. Nunca
había conocido un hombre con el cabello rojo. Tenía una forma de observar muy
particular, bajaba la cabeza y levantaba la vista cuando quería hablarte (cosa
que no hacía mucho). Luego de cenar
todos juntos y hablar un poco, me pidió mi número, cosa que me sorprendió, (creí
que pediría el de Liza). Comenzamos a salir casi de inmediato, con él jamás
sentía temor. Pero no duró mucho, él tenía que viajar al extranjero por una muy
buena oportunidad de trabajo y yo no quise dejar mi vida que recién se
acomodaba. Y nos separamos él fue tras su sueño y yo me quedé construyendo el
mío. Verlo desparramado e incómodo en esa silla dura, me llenó de ternura.
Liza mi padre y Santiago se encargaron de recoger todos los
regalos que había recibido durante mi internación. ¡Por fin tenía el alta!
Podía irme a casa aunque en unos días debía regresar para comenzar con la
quimioterapia.
Regresar con mis cosas, con ese olor que me era familiar y
no percibir que estaba rodeada de la enfermedad del hospital hacía que me
sintiera feliz.
Esa noche Liz se quedó conmigo y al día siguiente mi padre
llegó con bolsas llenas de comida, como si el mundo fuera a terminarse y no
pudiéramos comparar nunca más nada. Lo veía cansada, por primera vez notaba las
arrugas de su cara y el color gris en su cabello.
Por la noche llegó Santiago, con sus discos de música,
libros y algo de ropa en una maleta. –Me quedo contigo- Dijo poniendo todo
sobre una mesa. –No hace falta muchacho, yo puedo hacerme cargo de mi hija-
-¡Ah!...Es que ya pedí días libres en mi trabajo y traje mis
cosas. Además usted también tiene que descansar. No se discute más. Yo me quedo
con ella y si necesito algo lo llamo.- Hablaban como si yo no estuviera
presente, como si mi opinión no tuviera relevancia. Pero me sentía triste al
ver a papá tan agotado y cabizbajo. – Si papá…deja que se quede Santiago. Sería
bueno que te fueras a casa de la tía unos días para estar con ella.
-Que se quede tu amigo si eso quieren, pero no voy a lo de
tu tía. Me quedo en mi casa por si les hace falta algo.
Así se decidió. Liz continuaba con su trabajo aunque se
hacía todos los días se hacía de un tiempo para visitarme. Y cada vez que papá
venía traía, más comida, jamás teníamos la heladera vacía.
La primera quimioterapia, no fue tan traumática como lo
había imaginado. En la sala de espera del médico que me atendería se
encontraban otras dos mujeres. Ambas sin nada de cabello. Una de ellas llevaba
una linda pañoleta cubriéndole la cabeza, la otra en cambio, la llevaba
totalmente descubierta.
Cuando salimos del hospital hacía frío, Santiago abrocho el
cierre de mi campera, pero yo no quería
que me abrigara, sentía calor deseaba que el aire soplara en mi rostro.
Al llegar a casa, fui a recostarme, me sentía muy cansada.
Unas horas después desperté con mucho dolor de estómago, me levanté rápidamente
y corrí hasta el baño. Cuando comencé a vomitar, no noté que Santiago estaba de
pie junto a la puerta. Sentí vergüenza, así que como pude estiré la mano para
cerrarla y dejarlo a él del lado de afuera. Pero ni la puerta se cerró ni él se
quedó fuera del baño. Por el contrario, entró se arrodillo a mi lado y sostuvo
mi cabello mientras continuaba vomitando sin poder evitarlo. No sé bien cuanto
tiempo estuvimos allí, pero tenía temor
de ir a la cama y sentirme otra vez mal. Así que me quede recostada en el
suelo. -¡Andate!- le dije en cuanto tuve fuerzas para hablar. Para mi sorpresa
lo hizo. Se puso de pie y salió del baño. Me dolía la cabeza, todo me daba
vueltas, sentía dolor y molestia en cada parte de mi cuerpo y tenía mucho frío.
Estaba a punto de comenzar a llorar, cuando sentí sus brazos rodeándome. Puso
una colcha sobre mi espalda, quitó mi cabello de mi cara y envolvió mi cuerpo.
–No voy a ninguna parte- Susurró a mi oído. Escuchar eso me reconfortó tanto,
que me acomodé en sus brazos y sin darme cuenta, me quedé dormida. Cuando la
luz del sol me despertó, estaba en mi cama.
Me di cuenta que mi ropa estaba sucia y que yo necesitaba
una ducha, así que intenté ponerme de pié, pero toda la habitación dio vueltas
muy rápido a mi alrededor, quise sostenerme de la mesa de noche, pero no logré
hacerlo y caí.
-Voy a darme una ducha- Le dije a Santiago que entró al
escuchar el ruido de mi caída y de las cosas que había tirado sin querer. Aún
estaba yo en el piso, así que se acercó hasta mí, me levantó y me ayudó a
sentarme en la cama.
-Yo te ayudo- Dijo mientras quitaba las medias de mis pies.
-No vas a ducharme- Le dije, manteniendo mis ojos cerrados
para no ver el movimiento de la habitación.
-Te lleno la bañera así no te mareas.-
-Yo me baño sola-
-Hagamos esto, yo te ayudo ahora y hasta que te encuentres
reestablecida y luego vos me bañas a mí el doble de veces. ¿Qué te parece? Yo
creo que es un trato justo, no voy a resistirme cuando quieras enjabonar mi
cuerpo. Estoy seguro que morís por hacerlo.-La forma en que decía las cosas
hizo que me riera. – ¡Por favor!... tengo un
hijo de tres años que no hace tantos berrinches como vos por bañarse.
¡Además te hace mucha falta un baño!
-No sabía que tenías un hijo-
-Vamos al baño y te lo cuento.
-Esta bien.
Lleno la bañera, mientras yo me quitaba la remera, me
envolvió en una toalla y me ayudó a quitarme los pantalones luego me levantó en
sus brazos y me llevó hasta la bañera.
El agua estaba deliciosa, me alegraba estar en el agua,
aunque me apenaba necesitar ayuda. No es que me diera vergüenza que me viera
desnuda, lo había hecho cientos de veces (aunque mi cuerpo no era el mismo claro). Lo que me
avergonzaba era no poder hacerlo sola. Mojo mi cabello con una esponja, colocó
algo de shampoo en su mano y lo frotó en mi cabeza.
-Cuando terminamos- comenzó diciendo- Fui a una nueva
ciudad, nuevo trabajo y otra vez solo-
pasaba suavemente las yemas de sus dedos sobre mi cuero cabelludo- Conocí a
Estela, comenzamos a salir, mas por no estar solo que por otra cosa. Aún
pensaba en vos y necesitaba sacarte de mi cabeza.-Yo hacía silencio, no me
atrevía ni a mirarlo, su voz se entrecortaba y sentía dentro de mí que le
estaba costando contarme todo lo que estaba diciendo.- Como a los seis meses de
estar saliendo, quedó embarazada. Ambos sabíamos que la relación no era seria y
que no duraríamos mucho. Pero teníamos la seguridad de que ese bebe era lo
mejor que nos había pasado. Así que nos fuimos a vivir juntos y por supuesto no
funcionó. Nació Ariel y nos separamos.- Pensaba en lo diferente que era éste
hombre al padre de mi hijo. Con Miguel hacia casi dos años que estábamos
juntos, habíamos hablado de vivir juntos, de niños y hasta de casarnos. Pero
luego simplemente desapareció. ¿Cómo pueden los seres humanos ser tan diferentes?
¡Y qué bueno que lo sean!-Nos separamos bien, no tenemos ningún problema. Veo a
mi hijo todo el tiempo y nos ayudamos mucho con la educación de Ariel, ahora
ella esta con un buen hombre que la hace feliz y sobre todo cuida bien a mi
hijo.- Pasaba el jabón por mi cuello, baja muy despacio por mis brazos y
llegaba hasta mis manos. Recorría mis
piernas y tocaba cada uno de los
dedos de mis pies. Ya esta limpita señorita.-
Y sonreía, era tan placentero verlo reír.
-¿Cuándo me presentarás a tu hijo?
-Cuando te portes bien.- Ayudo a que me pusiera de pie
mientras sostenía una toalla, con la que me envolvió. Me levantó y nuevamente
me llevó al dormitorio.
Dos días a la semana era lo mismo, unas veces dolía más,
otras menos. A veces mientras dormía, soñaba que mi vientre estaba creciendo y
que tenía la habitación llena de ropa de bebe, en lugar de tener medicamentos
desparramados por todas partes.
Al despertar suspiraba y me quedaba unos minutos mirando el
techo hasta que entraba Santiago en el dormitorio con el desayuno.
Casi sin darme cuenta, comencé a perder el cabello así que
un día mientras intentaba peinarlo de forma en que se viera lo mejor posible,
(y viendo que eso no ocurría) decidí rapar mi cabeza. Cuando terminé de hacerlo
me quede unos minutos viéndome al espejo, suspiré, esa era yo. Justo cuando
estaba meditando en mi nueva imagen y en si me reconocía o no en ella, alguien
llamó a la puerta. Supuse que era Santiago que regresaba de visitar a su niño y
había olvidado llevar la llave. Fui hasta la puerta y antes de abrir miré mi
ropa, quería darle una sorpresa con mi nuevo look, pero al abrir, la sorpresa
me la llevé yo.
-Hola.
-Hola... ¿Qué haces acá?
-Me enteré de lo que te pasó y quise venir a ver como
estabas.
La paz que había sentido minutos antes se me había ido ahora
a los pies. Deseaba que la tierra me tragara, me sentía tan avergonzada de mi
aspecto.
-Estoy bien gracias- Y seguía sin dejarlo pasar, esperando
que se fuera de buena vez.
-La última vez que llamaste estaba confundido no sabía que
decirte.
-Si entiendo.
-Espero que entiendas que no era mi intención que pasaras
por todo esto sola.
-No estoy sola.
-Ah... ¿No?
-No. Tengo amigos que me cuidan y están a mi lado.
-¡Qué bien!... ¿Puedo pasar?- Miré para todos lados,
buscando algo pero sin saber qué.
-No lo siento, estaba por salir. De todos modos no creo que
tengamos algo de que hablar. No hay odio, ni rencor, ni siquiera enojo. Podes
quedarte tranquilo. Esta todo bien.- No dijo nada, como siempre, creo que
esperaba que yo lo consolara y le dijera que fue conmigo una buena persona que
no había hecho nada malo. Pero sentí egoísta en ese momento y solo cerré la
puerta.
Días después llamo por teléfono un par de veces (seguramente
para calmar su conciencia) pero no tenía fuerzas ni ganas para hablar con él.
A Santiago le gusto mi nuevo corte de pelo.
-¡Por fin te ves bien!- dijo riendo en cuánto me vio. Luego
salimos a comprar varias pañoletas para
usar en la cabeza. Compramos de todos los modelos que vimos y muchos colores. –
Así te harán juego con cualquier ropa.
-¿Desde cuándo sabes de combinación de ropa?
- Secreto profesional. – Y beso mi boca. Había olvidado lo
sabroso que saben sus labios, lo pasional de sus besos y la ternura que emanan
sus caricias.
-No quiero que estés conmigo por lástima.- Volvió a besarme.
Aun tenía mis ojos cerrados, cuando sentí sus manos acariciando mi rostro.
-Estoy contigo por tu dinero, tu buen cuerpo y porque
cocinas muy bien, pero no por lástima.
Ya pasó un año, primero creí que para esta época estaría con
mi hijo, luego que tal vez no llegaría viva a esta fecha. Ahora no sé que pasará
mañana. Los médicos dicen que estoy bien, aunque todavía cuido mi dieta y voy
al médico una vez cada dos meses. El dormitorio que sería para mi bebe, lo preparamos para Ariel, que
pasa con nosotros todos los fines de semana. De Miguel ya no supe nada, a veces me pregunto que habrá sido del
hombre del cual me enamoré, porque ese que conocí cuando todo comenzó a salir
mal, no era de quien me había enamorado, tal vez por eso (a pesar de la desilusión)
me dolió olvidarlo. A pesar de que lo que viví fue algo muy triste he
inesperado, doy gracias por haberlo vivido. No soy la que era, veo todos los días
hacia atrás y me doy cuenta de cuanto he aprendido y crecido. Conocí a mis buenos
amigos y pude ver cuales son las personas que valen la pena tener a mi lado.
Porque como suelen decir, cuando todo esta bien, es fácil tener amigos. Pero
los verdaderos amigos son aquellos que están contigo cuando todo esta mal. Me
reencontré con un hombre único, increíble, que no solo tiene un alma maravillosa
sino que defiende y cuida lo que quiere.
Puedo darme cuenta hoy, que la vida rara vez es como uno la
espera, sueña o quiere, pero siempre, vale la pena continuar luchando por
vivirla lo mejor posible. No sé cuanto seguiré en éste mundo, si un año más o
tal vez diez… ¿pero quien lo sabe en realidad? Sin dudas lo importante es dejar
que te sorprenda y que seas honestamente feliz junto a aquellas personas que
valen la pena compartir. Tengo una segunda oportunidad para hacer planes y
luchar por realizarlos pero ahora no estoy sola. Sé que pase lo que pase,
Santiago, estará a mi lado y pase lo que pase, yo estaré a su lado.
una historia tan profunda como hermosa!!! de verdad llega al corazon
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