25/09/2012

Quiero seguir creyendo en las pequeñas cosas que me hacen feliz.

Intento ocultar mis emociones, esas que aturden y quiebran...emociones que nacen cada día y me frenan en la intensidad de mi caminar, pienso lo que quiero creer, quiero eso que creo querer, pero no sé si deba querer eso que siento pienso o creo querer.¿Lo que quiero es por que lo quiero o por qué creo quererlo?

Todos nuestros momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.

Sólo quiero olvidar, olvidar su nombre, su voz, su olor, sus besos y hasta el sonido de su respiración...olvidar que nació, que me vio y lo vi, olvidar el color de su piel y el tacto de sus manos...olvidar...¿quién es él?

Amar a quien te ama...¡vaya cosa fácil!...amar a quien te rechaza...¡ay por dios que tontería inútil y sin sentido!

Hoy tengo miedo de lo que mi corazón siente, de lo que mi mente razona y del dolor profundo que anida en mi alma.

Tengo la sensación de no poseer lo que más amé, creo haber perdido lo que por mucho tiempo busque y me parece percibir que ya no lograré soñar lo que tanto añoré.

Suspiro ausente que se lleva por un segundo el dolor que dejaste en mí, y trae la realidad de tu indiferencia y olvido.

Hoy creo que solo en el sueño eterno te podría olvidar...y temo a ese sueño que se presenta como quien rescata de su dolor a un ser.
Unas veces el dolor es tan intenso que me arroja con furia a la oscuridad, soy un pobre ser humano que apenas consigue respirar.

Me asfixio tanto ésta noche, que desearía ahogarme con tu olvido y desaparecer en tu indiferencia...y dormir así eternamente.


Pretendo andar mi camino, alcanzar mis sueños, reír de dicha, llorar para alejar el dolor...muchas veces lo hago sola, pero siempre es mejor hacerlo acompañada...camina a mi lado, sostén mi mano, consuela mi alma, abraza  mi cuerpo, mira mis ojos y así miraré en los tuyos.

Escribir alivia, consuela, abriga, mitiga el dolor más grande y acrecienta los sueños más pequeños. Escribir me llena de luz, me sumerge en mundos que nadie mas ve y me da oxígeno cuando no logro respirar.

No me sorprendí con su adiós, aunque una vez, me llenó de ilusión su amor.

La historia es fácil...un hombre, una mujer y un amor intenso, (o al menos eso parecía). Se sedujeron, para enamorarse se enamoraron para cuidarse mutuamente, se hicieron el amor para entregarse y poseerse y se distanciaron para ser felices cada uno dentro de su propio caparazón.

Nos aferramos detrás de los muros (que según creemos) nos alejan de nuestros temores, sin sospechar que en realidad nos impiden enfrentarlos y por lo tanto tal vez, vencerlos. Somos indulgentes con nosotros mismos, temiendo a nuestra propia soledad, sin intuir que estando solos, es cuando aprendemos quienes somos y cuanto valemos.

Empíricamente me plasmo en lo etéreo de un beso, en lo sublime de una caricia y en el contraste tácito de una mirada. Navego en horizontes aleatorios y me sumerjo poco a poco en el vacío cósmico del dulce dolor que causa un amor.

Temía (sin saberlo) a su abandono, a su olvido a su indiferencia. Comprendí que solo sería un átomo en el recuerdo de su triste memoria. Una leve brisa en lo profundo de un oscuro océano, un capullo entre miles que nacen en primavera para morir en otoño. Veo el camino y me sumerjo en él, para perder mi alma en la distancia de colores que ya no son visibles... ¡he sido feliz!...lo recuerdo, lo fui...ahora solo queda nada. Antiguos artilugios de arlequines que vienen a llevarse lo que jamás tuve...su amor.

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