El tránsito era terrible. Definitivamente era la peor hora para ir al aeropuerto. Bueno en realidad en ésta ciudad toda hora es mala para transitar. Llegaría tarde, por más que se apurara llegaría tarde.
Estaba emocionada, le dolía el estómago por los nervios. Pero estaba feliz, inmensamente feliz. ¡Todo había sido tan raro! No dejaba de sonreír. Detrás de ella alguien toco la bocina para que apresurara su paso. Miró por el espejo retrovisor y así lo hizo. Las cosas más inesperadas son a veces las que nos hacen más feliz. El internet servía para muchas cosas, sabía de personas que se habían conocido por ese medio y hasta había escuchado de algunas relaciones que así habían nacido. A través del internet. Pero jamás creyó que le pasaría a ella. Como la mayoría creía que esas personas que intentaban hallar a sus “medias naranjas” a través del internet eran alguna clase de gente cobarde. Que por no animarse a enfrentar el rechazo en persona, preferían hacerlo por un medio en donde no se exponían sus sentimientos. ¡Cuánto se había equivocado! Se cambiaba de carril, mientras miraba hacia atrás. Estaba aburrida y entró a una de esas páginas donde hay mucha gente hablando de todo y de nada. No pudo subir foto y apenas se puso un apodo más o menos razonable. Después de estar unos minutos leyendo que se decían los demás alguien le habló, algo tonto sin sentido, ni lo recordaba ya. Pero así aprendió como iba la temática. Estaba por cerrar la página aburrida de que le preguntaran lo mismo y de que tardaran horas en responder, cuando leyó lo que hizo sonreír y decidir quedarse un poco más.
-¡Hola princesa!... ¿Qué distancia hay entre dos puntos?- leyó varias veces antes de responder. No podía creer. Buena forma de presentarse y comenzar una charla pensó.
Otro semáforo en rojo. Pero ya faltaba poco, unos minutos más y por fin se verían en persona. En cuanto pensaba en ello su cuerpo comenzaba a temblar. Y la lluvia no dejaba de caer. El día estaba inmensamente triste, y ella infinitamente feliz. Esa primera vez estuvieron más de tres horas hablando. Apenas dejaban de hablar para tomar agua o ir al baño. (Una locura realmente). Luego vino el intercambio de correos electrónicos, sin darse cuenta se lo hizo una costumbre, conectarse en sus ratos libres para ver si él estaba. Algunas veces tenía suerte y lo veía, hablaban durante horas, reían, se contaban sus vidas, sus alegrías y sus fracasos. Unos días ella no pudo conectarse, (cosas del trabajo) cuando por fin lo hizo nuevamente había cientos de mensajes de él…todos de preocupación. Luego de eso, le pidió su número telefónico así que ella se lo dio. Y comenzaron las llamadas, los mensajes de texto. Y aunque estaba a miles de kilómetros de distancia de donde ella se encontraba. Lo sentía junto a ella. Ahora se reía. Recordaba cuantas veces había estado pensando en él, sonaba el teléfono y escuchaba su voz…-¡Hola princesa! – y entonces sentía que su corazón saltaba dentro de ella. Luego de unos meses así, decidieron que por fin era hora de conocerse. Así que él vendría para su cumpleaños.
Buscó donde estacionar como siempre no había lugar. Cuando por fin logró hacerlo fue a una distancia de locura. Entró corriendo, atropellando a una persona, disculpándose tan solo para volver a tropezar con alguien más. Preguntó por donde salían las personas que acababan de llegar. Se lo informaron, entre caminata rápida y correr llegó a donde le habían indicado. Estaba muy emocionada, su boca estaba seca, su pulso acelerado, su corazón latía de forma descomunal. Los minutos fueron pasando, las personas poco a poco dejaron de salir. Miraba el reloj. Y él no aparecía. Se dirigió hasta una de las personas de informe y preguntó si todos ya habían bajado del avión. Le dijeron que sí. Y comenzó a llamar por teléfono. Tal vez había llegado antes que ella y al no verla fue para alguna parte. El celular sonaba del otro lado pero nadie atendía. Dio un par de vueltas por el aeropuerto buscando, pero no lo vio. Ahora estaba preocupada. ¿Qué habría pasado?
Después de una hora sin saber qué hacer. Decidió ir a su casa, conectarse e intentar llamarlo a la casa.
Nuevamente el tránsito la lluvia. El mal clima y sus dudas, sus miedos.
No supo bien cuanto tardo, ni cómo llegó pero por fin se encontraba frente a la puerta de su casa. Estacionó el coche, apagó el motor y bajó lo más rápido que pudo. Mientras lo hacía pensaba en lo que haría, donde lo buscaría. Buscaba sus llaves dentro de su cartera y cuando levantó la vista allí estaba. De pie. Con esa sonrisa hermosa que tanto le fascinaba a ella. El verlo y quedarse fría por la impresión fue todo cosa de un segundo.– ¡Bueno princesa no te quedes ahí parada, puedes darme un abrazo!- y entonces ella obedeció. Dio unos pasos hasta llegar al cuerpo del hombre. Y se abrazó a él. Era mucho más alto que ella, en cuanto la abrazó percibió su perfume y de inmediato inspiró intentado impregnarse de él. La rodeó con sus brazos y se quedaron así. En silencio, solo sintiéndose quién sabe por cuánto tiempo, todo era tan perfecto que ninguno de los dos se atrevía a romper esa magia. Por fin pudieron mirarse a los ojos, pero sin soltarse, los dos lloraban como niños y entonces el beso. Llevó sus labios a los labios húmedos por el llanto y ella respondió a su beso. Sintiendo su calidez, su suavidad sintiendo que también él temblaba al igual que lo hacía ella. Cuando por fin pudieron hablar, lo invitó a pasar a la casa.
-¿Cómo es que llegaste?... te fui a buscar al aeropuerto como habíamos quedado… ¿Por qué no me esperaste?- lo increpó en cuanto estuvieron dentro. Él solo la observaba moverse de un lado a otro en la habitación mientras lo retaba. Y sonreía. Una sonrisa enorme, una mirada dulce llena de luz. Entonces ella dejó de hablar, fue hasta donde el hombre estaba y se prendió a su cuello. –Estaba preocupada- le susurró al oído.–¡Tranquila princesa…nada me impediría llegar a tu lado!- y nuevamente el silencio. El abrazo inagotable, las lágrimas que no dejaban de nacer y algún beso extenso que llegaba tímidamente. Una vez que esos labios se juntaban, tardaban en separarse tal vez por ese mismo temor de lo que pasara después. Cuando nuevamente se miraron a los ojos, ella comenzó a recorrer su rostro con las yemas de sus dedos. Colocó sus dos manos en la frente masculina, (estiró sus brazos para poder alcanzarla) las puso una junto a la otra y descendió hasta sus ojos, luego llegó a sus mejillas y recorrió poco a poco el contorno de su nariz, ambos permanecían sin mirar al otro. Como si estuvieran en un transe, donde solo se sentían las manos de ella sobre el rostro de él. Llegó a sus orejas y las acarició con suavidad, con mucha dulzura. Con todo el deseo que había acumulado durante el tiempo que llevaban hablando a través de una fría máquina.- ¿Me estas memorizando?- interrumpió la voz masculina. Entonces ella suspiró profundamente.– claro…por si no vuelvo a verte ni a tenerte frente a mí.- Y nuevamente se abrazaron.
Afuera llovía torrencialmente, poco a poco se hizo de noche. Continuaban hablando, acariciándose las manos, el rostro, el cabello, robándose besos y riendo mucho. A él comenzó a notársele el cansancio de haber viajado tanto.
-¿Te querés acostar un rato?
-Bueno pero un rato y en el sofá…si no te molesta.
-Para nada, esperá y te traigo una manta.
-No. Quédate con migo.- y en su voz se escuchó con tanta suplica que ella no pudo se negarse. Se recostó él primero, estaba con su brazo derecho extendido y el izquierdo sobre su pierna. Entonces dio una palmadita en el espacio que había quedado libre, indicándole que la quería junto a él. Y así lo hizo. Colocó su cabeza en el brazo extendido, calzó su espalda en el pecho masculino, tomó el brazo izquierdo que tenía libre y lo llevó su cintura. Entonces quedaron perfectamente unidos. El cuerpo del hombre cubría el de la mujer que se veía perfectamente refugiada en los brazos que la rodeaban.
-Gracias por haber venido y hacerme sentir tan especial.
-Eres especial.
-Solo ante tus ojos.–Y poco a poco comenzó a dormirse mientras sentía las caricias que él le hacía en cabello con las yemas de sus dedos.
El sonido del teléfono la despertó. Buscó la mano que la rodeaba pero no la halló. Al sentarse lo buscó pero no estaba. Se puse de pie, fue hasta la cocina, “tal vez tendría hambre y se fue a preparar algo”, pensó. Pero tampoco estaba allí.
-¡Hola!- contestó mientras continuaba buscándolo en el resto de la casa.
-¿Nadia?- preguntaba la voz del otro lado.
-Ella habla- “¿Dónde se metió éste hombre?”- pensaba sin prestar demasiada atención a lo que le decían del otro lado.
-Soy el hermano de Nacho, hemos hablado algunas veces por teléfono. ¿Me recuerdas?- Entonces dejó de buscar y quedándose quieta un momento respondió. –Sí, claro. Justo estoy buscando a tu hermano, no sé donde se metió, creo que se arrepintió y se fue- y se reía de sus propios chistes. Pero al parecer eso no le había parecido gracioso a quien hablaba del otro lado ya que permaneció en silencio.
-No sé bien como decirte esto.-Y luego de una pausa dijo nuevamente -Nacho murió, por eso te llamo. Sé que iba a ir a verte, de hecho tuvo un accidente camino al aeropuerto. Fue casi instantáneo no se dio cuenta de lo que paso. (Eso dicen los médicos).–Y se hizo el silencio de ambos lados de la línea telefónica.
-Estas mal, estas equivocado, de verdad te digo, tu hermano esta acá conmigo.
-Ya lo reconocí, Nadia, no hay error. Lo siento, sé lo importante que eras para él y lo feliz que estaba, de por fin conocerte en persona. Era lo que más deseaba, solo hablaba de eso éstos días. – La pausa, la mudez, la congoja en el sonido de la voz -Pero es como te digo.
Ella no respondió. Continuaba de pie, inmóvil. Su respiración era muy débil, y poco a poco una lágrima comenzó a caer por su mejilla.
-¿Estás ahí?...¿Estás bien?
-¿Tenés la certeza de lo que decís?
-Sí. Lamentablemente no tengo dudas.
-Hablámos después. Gracias por llamarme pero ahora no puedo razonar.
-Entiendo, no te preocupes. Nos comunicamos cuando puedas.
La casa permaneció en silencio, lloraba sin parar, pero no emitía ni un solo sonido. Se dejó caer en el sofá nuevamente, estaba sobre su brazo derecho, como lo había hecho antes, pero ésta vez, fueron sus propios brazos los que la rodearon. Sentía frío, mucho frío.
-Gracias por venir y hacer de mí, alguien especial. -Susurró, mientras nuevamente se quedaba dormida.
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